Este año 2025, la Municipalidad de Osorno ha estado en el centro de la polémica tras una serie de licitaciones públicas que han fracasado o han debido ser reevaluadas por errores administrativos, omisiones técnicas o falta de gestión oportuna. Casos como la frustrada licitación de los parquímetros, en tres ocasiones, y la licitación de servicios de aseo en recintos municipales, que presentaba un “pequeño error” de 364 millones de pesos, no solo han generado preocupación al interior del Concejo Municipal y la ciudadanía, sino que también cuestionamientos legítimos sobre quién asume la responsabilidad por esta seguidilla de fallos.
Cuando hablamos de licitaciones públicas, no hablamos de trámites irrelevantes. Se trata de procesos regulados, fiscalizados y cruciales para el desarrollo de obras y servicios que afectan directamente la vida de los vecinos. La Municipalidad de Osorno, como organismo responsable, tiene el deber legal y ético de asegurar procedimientos de calidad, con altos estándares técnicos y administrativos. Pero, ¿quien está a cargo de los procesos licitatorios en la Municipalidad de Osorno?. La página web municipal señala que esta jefatura corresponde a doña Ximena Trujillo Nayar, profesional de Secplan, y esposa del alcalde San Juan de la Costa, José Luis Muñoz. Errores de este tipo no solo implican pérdida de recursos o retrasos en obras; representan una señal de improvisación e ineficiencia que la ciudadanía no merece, por lo que la jefa de licitaciones y el Director de Secplan, el reconocido ingeniero Mario Díaz, deben ser, a lo menos, cuestionados en la idoneidad para ejercer esta alta función.
Y si los errores son reiterados, la conclusión es inevitable: no se trata de simples fallas técnicas, sino de una falta de control político y de liderazgo. En este escenario, no puede el alcalde Jaime Bertin ni su equipo de asesores eludir su responsabilidad. Gobernar no es solo inaugurar obras o aparecer en redes sociales, es también —y sobre todo— asegurar que la maquinaria administrativa funcione de forma impecable.
Osorno merece respuestas, y merece algo aún más básico: respeto institucional. Porque cuando los errores se repiten, la omisión se convierte en negligencia, y ahí alguien debe responder.